El camino hacia dentro.

noviembre 04, 2017




En el fondo, y como uno puede concluir hasta ahora, no hay una solución colectivamente hablando
que pueda ser valida para todos, el zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: 
no hay receta de la vida que vaya bien para todos.
No hay guia, no hay más norma ética que la que esta prescrita al hombre desde el más hondo núcleo de su propia esencia. Pero esta solución no puede confundirse nunca con los intereses egoístas del "yo", que tal vez considera más comoda, provechosa y grata cualquier cosa que no sea el yo mismo, la instancia que atiende al total de la personalidad.

El camino que aqui se inicia (la individuación) conduce a lo largo de numerosas dificultades, estancamientos, fallos y errores a una vision más profunda de la verdadera esencia. Su objetivo es afincarse en un punto medio que proporcione al hombre una medida minima de armonia interna, tolerencia y conocimiento, que es lo unico que hace llevable la vida.
Este camino más se parece, por usar una imagen, al sendero que retuerce irregularmente de un lado a otro, que a una carretera derecha, llana y bien asfaltada.
Naturalmente surge la problematica pregunta de si tenemos derecho a confiar en el "yo mismo" del hombre. Pues como totalidad engloba tambien un lado oscuro y negativo (no educado), con lo cual se establece la dificil exigencia de tener tambien esto en cuenta.

¿No será el mejor y más seguro camino para el hombre de nuestra cultura comunicar a todos las leyes divinas reveladas a unos pocos elegidos y exigir su cumplimiento?
La ética judeocristiana de nuestro marco cultural representa quizá del modo más claro en su Imitatio Christi esta imagen ideal del hombre perfecto y bueno. Habria que preguntarse si no tendrá más sentido tender hacia un "ideal" de este tipo para alcanzarlo en una mayor o menor medida. Con ello entramos en una cuestion ética de la auto realización, de la que Erich Neumann se ha ocupado muy detenidamente en su libro "Psicologia profunda y nueva etica", a la misma problematica lo hace Erich Fromm en su "Etica y psicoanalisis", cuyas ideas sobre una diferenciación entre una etica humanista y otra autoritaria presentan similitudes.

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Erigir un "yo" ideal, es decir, un esbozo de una imagen de como supuestamente debe ser el hombre, segun nuestro marco judeocristiano, acentuando sus cualidades buenas, positivas y socialmente más valiosas implica psiquicamente una represión de los aspectos negativos.
Este proceso no tendria por qué ser peligroso si lo reprimido no tuviese justamente la caracteristica de seguir viviendo y de seguir participando con todas sus fuerzas en la vida.
Sólo que entonces el mal no se ejercerá conscientemente sino inconscientemente, bien hacia afuera (proyección), bien contra la propia personalidad, y por desgracia la maldad inconsciente es mucho más odiosa, perversa, profunda e inaprehenncible que la consciente. 
Ahora bien, en ningun modo se trata de pasarse a vivir al oscuro e incosciente de la personalidad, pero sí el dejar de tartar ignorar esos aspectos que rechazamos o vemos projectados en los demas, más bien se trata de que ahora esos aspectos no educados hagan parte de la ecuación.

Todos conocemos abundantes ejemplos como el de uno de mis pacientes que quisiera exponer:
Se trata de un hombre a quien estuve tratando pocos años después de la guerra. Procedia de una familia acomodada y muy piadosa de Alemania oriental, con un estilo de vida "sumamente grato a Dios", que asisitia regularmente a la iglesia, daba a todos los pobres, fundaba instituciones socialmente valiosas y era un ejemplo para todos en la pequeña ciudad en que vivia. Poseían en una ciudad grande y no lejana cierta cantidad de grandes casas de alquilar contruidas por el abuelo de mi paciente, y de las que procedia una parte sustanciosa de su haber. El deurrumbamiento de la guerra y la posguerra se encargaron de mostrar a los ojos criticos del nieto que esos barracones eran una verguenza para la familia. En los cochambrosos patios de esos bloques se forzaba por un pequeño rendimiento el pago de abundante dinero que iba para la familia. El que no podia pagar era irremediablemente deshauciado, al menos en la época en que no habia una legislación de protección de inquilinos. Naturalmente esto lo llevaba un apoderado, de modo que la familia no tenia nada que ver con ello.
Es muy comodo hablar en estos casos -y éste era el problema de mi paciente- de hipocritas, fariseos o explotadores. Esa gente no lo eran. Ellos se esforzaban sincera y honestamente en hacer y ser lo mejor posible. Simplemente eran inconscientes, y en este aspecto tenian un punto ciego. 
Y son hechos que frecuentemente pasamos por alto. En general solemos comportarnos respecto a este problema como si tales hombres obrasen conscientemente.
Y decimos entonces que hay que desenmascararlos y ajustarles las cuentas, y que hay que descubrirlos y declararlos culpables. Y lo que nadie o muy pocos comprenden es la autentica inconsciencia de sus acciones y el hecho de que en el seno de la etica que domina entre todos nosotros es muy dificil, si no imposible, ser consciente.

El mal es una realidad que no se puede negar ni dejar de lado más, que segun el principio de tension de los contrarios tiene que existir, igual que en una ola tiene que haber valle y cumbre.
Pero si es así, todo intento del hombre por hacerse mejor, más noble, más puro y sensato se paga con la represión de una cantidad equivalente de elementos oscuros, negativos y malos.
Como nosotros no queremos o no podemos verlo en nosotros mismos, entonces esa parte llevara una existencia escindida de nuestra consciencia y en la sombra, o bien la proyectaremos sobre alguien convirtiendolo en portador de esas tinieblas.
Y ello no sólo tiene que ver con el individuo sino tambien a los grandes enfrentamientos históricos de nuestro mundo. La clase que en un momento domina es siempre para la dominada encarnación de maldad y perversidad, y ésta lo es para la otra, y creyendo cada cual conscientemente tener la razón, y sin darse cuenta de todo lo que en ello se está realizando y viviendo la propia tenebrosidad. Las percecuciones de cristianos, las de paganos, la inquisición, revoluciones, guerras y tambien nuestros conflictos actuales son varios de sus productos más destacados.


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La individuación como camino hacia dentro, hacia la propia oscuridad, fuerza al hombre a retirar sus projecciones y a verse a sí mismo como el núcleo del mal que encuentra a su alrededor. Esto no puede en modo alguno ser un deber fácil, y con frecuencia lleva al individuo a la frontera misma de lo soportable. Sin embargo la verdadera dificultad del problema es que no por el hecho de haber reconocido la propia oscuridad resulta ésta eliminada, y aqui si que no hay posibilidad ninguna de sublimación o ennoblecimiento.
Así, en principio, suena realmente tenebroso y pesimista, y no ofrece el más ligero rayito de ezperanza o de mejora. Más bien tiende uno a preguntarse si no será tan malo dejar que el mal  viva en uno, aceptarlo y concederle un cierto margen. Se teme que pueda hacerse prevalente y obrar de un modo mucho más funesto que cuando estaba sometido en el inconsciente. Se trata por supuesto de un punto extremadamente penoso y que un "yo" inestable no podrá en más de una circuntancia superar. En cuyo caso acurriría lo que se temia, pues puede que la sombra desborde por completo la personalidad (el "yo") y el joven simpatico y buena persona se convierta en un pillo convencido.

Por eso es presupuesto indispensable para este camino una cierta estabilidad del "yo". Y esto normalmente puede ocurrir en la segunda mitad de la vida, que es donde más o menos confluyen circunstancias favorables. Tiene entonces que poderse confiar en una cierta madurez y estabilidad de la conciencia.


Problemas en la madurez de la vida.
Hans Dieckman.


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